Adriano, el emperador filohelénico que reformó Atenas

En Atenas, cuna de la civilización tenemos importantes recuerdos del paso de Adriano. Este emperador hizo grandes cosas en su reinado. Amplió su ciudad natal, Itálica, creó la Villa de Adriano en Roma y mejoró una Atenas ya olvidada por el paso del tiempo.

Siempre presumió de su amor por lo heleno y las culturas clásicas, lo cual demostró a lo largo de su vida. E incluso le apodaban «graeculus» que significa el grieguito.

Sobre el 125 d.C. visitó la ciudad de Atenas. Quiso en aquel entonces, ya como emperador del Imperio Romano, revitalizar la cultura y volver a hacer de Atenas la ciudad que fue en el esplendor del Siglo de Pericles. Para ello construyó importantes edificios como la Biblioteca de Adriano. Este lugar no era una biblioteca al uso, sino que era un lugar para el saber y el conocimiento. No solo había libros que consultar, sino que la gente iba a hablar, a comentarlos y a practicar la oratoria. E incluso aquellos que no sabían leer, podían deleitar sus oídos mientras algunos leían en voz alta los libros más preciados de la colección. Es por ello por lo que toda la sociedad podía disfrutar de este fabuloso espacio proyectado por el emperador. Y lo más interesante, es que la colección de libros que albergaba pertenecían al propio emperador.

También mejoró espacios civiles como el Ágora Romana que parte desde la puerta de Atenea Arquegetis. Este lugar, de tanta importancia para la vida cotidiana, se estaba quedan pequeña, por lo que destinó fondos para ampliarla. Era lugar de reuniones y mercados donde, bajo las stoas, la gente compraba y pasaba el día a día.

Además, también construyó para los ciudadanos un acueducto de 23 km para traer agua desde la Montaña de Parthina hasta el monte Licabeto, donde realizó un depósito de 500 m3.

No fue menos importante el compromiso de Adriano con la religión ateniense. Desde el siglo VI a.C. había un proyecto aún por acabar, el Templo de Zeus Olímpico. Varias personas en varios momentos intentaron terminarlo, pero parecía ser imposible. Adriano entonces decidió destinar fondos para no solo terminarlo, sino realizar uno más grande y esplendoroso de lo que en un principio había sido proyectado. Tuvo en total 104 columnas de grandes dimensiones y estilo corintio, el estilo más usado en esa época. Además, Adriano decidió realizar una escultura de sí mismo para colocarla junto a la escultura de Zeus, para hacerse ver como lo que creía ser, un dios en la tierra.

Por todo ello, la ciudad estaba agradecida al emperador y fue entonces cuando el pueblo quiso honrarle con la creación del Arco de Adriano, el cual se encuentra junto a este templo. Es un arco triunfal de estilo corintio en sus columnas. Además, se realizó en mármol y tiene abrazaderas y piezas que encajan entre sí, siendo bastante destacada su manera de ser construido. Una de las cosas más curiosas es que se ha pensado que divide la ciudad en dos partes de forma simbólica, una más antigua y otra con la mejora de Adriano. Por ello en cada lado se conserva una inscripción. En la parte que da a la Acrópolis vemos una que dice: ΑΙΔ’ ΕIΣΙΝ ΑΘΗΝΑΙ ΘΗΣΕΩΣ Η ΠΡΙΝ ΠΟΛΙΣ que significa «esta es Atenas, la ciudad de Teseo». Mientras que en la parte que daría al Olimpeion se encuentra una que hace alusión a que realmente Atenas es la ciudad de Adriano y no de Teseo, ΑΙΔ’ ΕIΣΙΝ ΑΔΡΙΑΝΟΥ ΚΟΥΧI ΘΗΣΕΩΣ ΠΟΛΙΣ. Se piensa que en algún momento pudo estar decorada con dos esculturas alusivas a estos personajes mencionados, pero sigue siendo un misterio.

Y hablando de esculturas, se conserva una en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas. En ella se retrata a Adriano con barbas y rizos, algo muy vinculado con los griegos, mientras que los romanos no estilaban este tipo de apariencia. Su mirada busca el cielo, como si quisiera apartar la mirada de lo terrenal. Está coronado por una corona de hojas de encina que lleva el emblema del águila de Zeus y la inscripción “Adriano, salvador de los ciudadanos”. Y fue encontrada en el 1933 en las excavaciones de la avenida Singrú de Atenas.

Pero no es esta la única que tiene que ver con Adriano, pues también se conserva una de Antinoo, el joven amante de Adriano que murió por salvarle la vida. Este hecho marcó la vida del emperador, quien decidió convertir a su compañero, de ascendencia griega, en una especie de dios. Su escultura también se encuentra en este mismo museo.